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sábado, 22 de junio de 2013

El placer de lo desconocido

Las luces iban pasando a su lado. 
Los edificios cubiertos por la delicada luz del alba. 
El barullo de las 6 de la mañana por las carreteras,
pero ellos parecían no notar nada. 
No conscientes más que del interior de su Opel. 
No había mundo más allá de las cuatro puertas para ellos.
A ciegas por la M-30. 
Prisa por llegar a su casa. 
Ella por enseñarle a él la lencería que se había comprado para la ocasión (aunque ese detalle nunca llegara a oídos de él). 
Prisa por desabrochar los botones de su camisa. Uno a uno. 
El cuentakilómetros pasaba de 100, de 120 km/h, al igual que las pulsaciones de sus corazones,
sin parecer tener límite. 
Naves industriales, centros comerciales, barrios residenciales, 
todo estaba borroso. 
Los detalles del paisaje se le escapaban a la vista.  
Los ojos de dos jóvenes a punto de entrar en la cama juntos por primera vez. 
130, 140, el coche parecía tener la misma prisa que ellos por llegar.
No se dirigieron palabra en todo el trayecto, 
no hacía falta. 
De repente frenos, luces, más frenos. 
Un volantazo (sin intermitentes) y ahí estábamos: 
                       su portal. 

Toda la expectativa vivida durante la pasada hora, 
llevaban a este momento.
Sacar las llaves del portal es tarea fácil, 
lo difícil es acertar cual abre la puerta. 


(Continuará). 


2 comentarios:

  1. Te veo muy poética ultimamente Nik, pero me gusta un montón, lo escribes tú??
    http://prettymeniso.blogspot.com.es/

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    1. Bego! Si, le estoy dando la vuelta al blog un poco!
      Claro, es todo mío!
      Besitos :)

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