Cambio un 25 de diciembre nevado por 25 grados y la brisa del mar,
un chocolate caliente por un helado de stracciatella.
En lugar de una bufanda de lana y botas de cuero, un bikini y cholas.
El anhelo de calor (humano o no), por las ganas de playa,
el snowboard por el surf.
Y así, infinidad de cosas...
Tengo la suerte de llamar casa a una isla,
donde la navidad jamás será blanca,
pero sí mágica.
La vida da muchas vueltas y quizás el próximo año viviré una navidad blanca, por el momento os dejo con mi inspiración para unas (frías) navidades.
Merry Christmas!