te dije adiós.
No quise mirarte a los ojos, temía me partieran en dos.
Sin piedad.
Nadie apostó por nosotros,
aun así, tú nunca te rendiste.
Luchaste cuando yo creía haber perdido toda esperanza.
Y cuando la perdí, en el fondo de una copa de whisky barato,
seguiste luchando.
"Estamos hechos el uno para el otro",
me decías.
Te oía, pero no estaba prestando atención.
Tus palabras sonaban lejanas,
de otra época quizás.
Mientras tanto yo seguía ahogándome, cada vez más adentro.
La rabia me consumía aun más que el alcohol,
¿Qué tipo de vida es esta que solo nos corresponde una persona?
Esa pregunta reinaba mis ebrios pensamientos,
¡no quiero conformarme con una!
Es demasiada presión,
nadie puede basar su existencia en satisfacernos.
El amor está donde lo encuentres,
no viene con manual de instrucciones
y nadie te dice por donde empezar,
simplemente te dejas llevar.
Cuando al fin logré salir a flote aprendí,
lo mejor es vivir sin expectativas,
y mucho menos depositarlas en otro ser humano.
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